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domingo, 24 de junio de 2012

PERFIL: Omar Pereney un chef nerd y nómada


Calificativos como precoz, talentoso, afortunado son algunos de los que se le podrían endilgar a Omar Pereney, chef que con apenas 17 años ha trabajado en 16 restaurantes del país, tiene su propio programa de televisión y actualmente desarrolla su proyecto más ambicioso y personal: un restaurante con su nombre, montado en la copa de un árbol en el balneario de Cancún, México.

Recetas de postres de chocolate, mousse de frutas, pizza, risotto de parmesano, lomo de cerdo relleno, cordero braseado, roll dulce de queso, pollo a la cacerola son algunas de las propuestas que presenta este joven chef caraqueño a una audiencia internacional, cada miércoles, a través del programa de televisión por cable El Gourmet TV, experiencia que ya lleva dos años al aire.

La imagen serena y metódica que se observa a través de la pantalla chica, contrasta con su presencia “en vivo y directo”. El joven habla mil palabras por minuto y no se queda tranquilo dos segundos, constantemente busca acomodo en el sofá mientras relata —una vez más— la historia de su vida.

A punto de cumplir los 18 años —el próximo 30 de junio— ya perdió la cuenta del número de entrevistas que le han hecho. Con 12 años quedó impresionado del poder de los medios. Su primer contacto con la realidad periodística fue con Pedro Penzini Fleury. “A la semana tenía a ocho productoras buscándome”, recuerda con asombro.

Habla de lo que más le apasiona: la cocina. Su experiencia profesional se extiende desde Subaris, pasando por Mocambo, Antigua, Tragaluz, Siete Mares, todos restaurantes del este capitalino. El último punto del recorrido lo llevó hasta Dalai, hasta el momento su prueba más personal y exigente.

“Más de 400 cubiertos servimos el Día de los enamorados, ha sido el día más terrible y estresante para mí”, dice entre risas mientras se lleva las manos a la cabeza. Recuerda con asombro como los pedidos se multiplicaban por minuto, en verdad ha sido quizás el “momento más duro” de mi carrera.

A pesar de su recorrido por los distintos locales caraqueños “hasta hace poco” fue que percibió su primer salario, debido al detalle de su edad, sus ingresos se han mantenido más por los congresos nacionales e internacionales, por los cuales cobra cinco mil bolívares o cinco mil dólares, dependiendo del escenario.

Al mismo tiempo ha tratado que su formación se fundamente en pasantías en los que él considera los mejores restaurantes de la ciudad. Su primera experiencia fue en Subaris, de Las Mercedes, le pidió a su familia conocer el lugar porque el chef era Sumito Estévez.

Luego de mil llamadas al dueño ingresó a trabajar en la cocina del local. No tenía ninguna experiencia, solo contaba con el apoyo de sus padres y su curiosidad.

A diferencia de los que muchos creen, en la familia de Omar no hay cocineros profesionales, sus padres estaban dedicados hasta hace poco a la venta de tecnología, y la única relación con los grandes restaurantes era el “gusto por comer bien”. Hoy en día su papá, Omar Pereney, es su mánager.

Su madre Iraima Salazar señala que el joven desde pequeño disfruta la comida, “era un buen pico, se comía todo, hasta los vegetales y las verduras, es amante del plátano, sobretodo del plátano maduro”.

Pereney vive la vida a un ritmo poco común para las personas promedio. Con 17 años de edad al mismo tiempo que cursaba el quinto año de bachillerato asumía el control de la cocina del Dalai, restaurante con tendencia asiática. 

Desde las siete de la mañana hasta las 12 del mediodía se uniformaba con pantalón azul marino y camisa beige y a partir de la una de la tarde hasta las 12 de la noche con delantal y filipina. Al mismo tiempo estaba al aire la segunda temporada de Yo, cocinero.

Sobre esta incursión tan temprana en el mundo profesional, Salazar aseguró que la escuela nunca fue un punto debatible. “Del colegio para nada se iba a despegar, era lo primero, y se graduó con notas espectaculares. Es un joven súper decidido y entregado y es apasionado en todo lo que se propone. Este mismo tensón lo puede llevar en ocasiones a frustrarse. Omar ha vivido cosas que no ha vivido una persona de 40 años”.

Admite que el camino que ha escogido su hijo no es sencillo y que lo ha obligado a sacrificar cosas importante, ya que “mientras sus amigos estaban en la fiesta de 15 años de alguna compañerita él estaba trabajando, por eso, se relaciona más con personas adultas que de su edad”, indicó la mujer.

Por ejemplo, el último año de bachillerato de Pereney coincidió con la apertura de Dalai, en el que no sólo ideó el menú, sino que también estuvo vinculado con el diseño de la cocina. “Trabajaba más de 16 horas, al graduarme mis compañeros me dieron el título del “San Luís de Oro a la Bella Durmiente”, siempre me quedaba dormido en clases”, dice entre risas, consciente que cuenta una picardía.

Al cabo de dos años, el local fue cerrado, lo cual dejó con las manos semi vacías al joven y con la convicción de que la economía del país es muy difícil. “Venezuela es el país en el que más restaurantes abren en un año y también el país en el que más restaurantes cierran en un año”, señala con resignación.

Reconoce que el trabajo en una cocina es muy duro, requiere de mucha dedicación, de mucha entrega, muchas horas de pie y de asumir la responsabilidad de dirigir a un grupo de personas que dependen de tus instrucciones y, “en mi caso, que comencé tan joven, tienes que hacerte respetar”.

Quizás por esta razón Héctor Romero le concedió poca importancia a la presencia del niño de 12 años que ingresó como pasante a Subaris. “Era su primera vez en una cocina profesional. El caso de Omarcito es bien particular, ya que en un país como éste es bastante extraordinario, no es común como en Europa donde vez a muchachos muy jóvenes en las escuelas de cocinas”

Quien es considerado como el mejor chef del país, según el propio Omar Pereney, aplaude las claras intenciones del jovencito, porque “este es un trabajo de adulto, no de niños”, dice el director del Instituto Culinario de Cocina, una de las principales escuelas del Yo, cocinero.

“Es un muchacho muy inteligente, vivo, con muchas ganas de compartir y aprender, y eso lo hace un joven muy simpático, muy chévere, no es el perfil del muchacho de 17 años, ya ha vivido y entendido, cada vez que lo veo, lo veo como más grande”, agrega Romero.

El chamo de 17 años disfruta de toda la pasión y adrenalina que se despierta con la sazón de cada plato. Con tan corta edad no ve su destino diseñado hacia otra área, al contrario, desde el año pasado extendió sus caminos y cruzó la frontera, a probar nuevas experiencias que enriquezcan su perfil.

Se reconoce nómada, no tiene muchas pertenencias, porque “todo lo regala o lo pierde”. Ahorita tiene ropa en Miami, en Cancún y en México. “Llegué a tener 25 chaquetas, eso es demasiado”, aclara con jocosidad. Al mismo tiempo, se define como un “nerd”, todo lo lee y lo estudia.

“Omar José es muy perfeccionista, muy exigente, cuando se propone algo no hay nada que lo quite de ese foco, con apenas 17 años se preocupa porque no ha hecho todo lo que quiere hacer y ahí comienza el desespero, necesito expandirme”, le indicó a su mamá, mientras ella observa con admiración la disposición y entrega de su hijo, a quien considera un “niño excepcional”.

En un principio —Omar admite— que el cambio fue un poco duro, pero jamás cambiaría lo vivido. “Me fui a dormir en un chinchorro en casa de un amigo en Miami, lugar donde no me conocía ni Dios, cuando una semana atrás había firmado 600 autógrafos en un congreso”, dice a su ritmo particular.

En la actualidad tiene otra vez la agenda full. Está a cargo del restaurante de un resort en Fort Lauderdale, en Miami, con capacidad para 140 platos y, también prepara en Cancún, México, su proyecto más personal, Pereney Restaurante, donde diseña no solo el menú, sino la estructura del local.

Desde noviembre vive fuera del país, recientemente tuvo una escala en Venezuela, debido al extravío de todos sus documentos personales. “Llegué al aeropuerto de Miami con una revista de allá, donde aparecía una entrevista mía y mi partida de nacimiento, nadie creía que esa era mi partida, tuve que rogar mucho para que me dejaran salir, ya al llegar aquí fue todo más fácil, este es tú país. Todavía viajo con el permiso de mis padres”.

El principal cómplice de Omar —según se desprende de sus propias declaraciones, es su papá—. “Nosotros somos los más salidos de la familia, él es mi manager, por él estoy en el programa de televisión, es el que se encarga de enviar mis currículos y ahora está conmigo en México, ayudándome con el restaurante”.

El joven recuerda que a los pocos días de entregar el currículo en El Gourmet TV lo estaban llamando. El casting se hizo en la cocina del Instituto Culinario de Cocina, de Caracas. El contrato llegó por una agencia de entrega a los tres días. 

En los primeros capítulos contó con el apoyo de su hermana Génesis. “Ella es panadera, aficionada y no le gusta la cocina, solo estuvimos cuatro episodios juntos, era yo cocinero y ella panadera. Ahora ni me ayuda las pocas veces que cocino en la casa, soy demasiado desastroso y estoy acostumbrado a tener asistentes, al final prefiere pedir pizza”, afirmó, quien se declara ignorante de la cocina tradicional venezolana.

No entiende cómo la gente puede cocinar con una llamita, en lugar de una cocina al vacío, —“que ya las venden”, dice admirado—.

Observa con extrañeza como las amas de casa trabajan con tenedores y no con pinzas. “Aquí voltean las tajadas con tenedores, yo me quemo si hago eso”, afirma al momento de taparse la cara mientras ríe con simpatía. 

Definitivamente el mundo de Omar Pereney no es el del común de los jóvenes, pero —al fin al cabo— como señala en su propio programa: “Si yo puedo, tú puedes. Yo cocinero, tu cocinero”. 

Domingo 24 de junio de 2012 08:56 AM 
Por Sabrina Machado / Caracas - Foto Armando Aristiguieta
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1 comentarios:

  1. Que grato saber mas de Este Chico. Fui testigo de sus inicios en su programs de El Gourmet Yo Cocinero. Me parecia fascinante e inspirador cuando decia Si yo puedo tu puedes. De eso a esta parte ya han pasado varias Lunas Le deseo lo mejor desde Venezuela. Dios le bendiga

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